Escuchar “vacuna frente al virus del papiloma humano (VPH)” lleva casi de forma directa a asociar ésta con las mujeres, como público potencialmente más proclive a padecer estas infecciones. Esta percepción está justificada puesto que la población diana son las mujeres preadolescentes y adolescentes antes de los 14 años. En concreto, el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría estima que la edad óptima para la vacunación es a los 11-12 años de edad.
Pero lo cierto, es que tanto la mujer como el hombre pueden ser portadores asintomáticos y transmisores de la infección por VPH. Además, en el caso de los varones, la prevalencia de infección es más alta que en las mujeres y se mantiene estable durante toda su vida. Se calcula una tasa media estimada del 65% entre los 18 y 70 años.
La expresión clínica más frecuente de la infección por el VPH la constituyen las verrugas genitales y afectan a ambos sexos. Por otra parte, también las neoplasias de cabeza y cuello en hombres y mujeres y cánceres anales pueden estar relacionadas con este virus. En concreto, el VPH se considera responsable de un 15-35 % de los cánceres de cabeza y cuello.
Además, los casos de cáncer de ano, boca y garganta están en aumento y, de continuar la tendencia actual, se prevé que las cifras superen en 2020, al menos en Estados Unidos, a las de cánceres de cuello uterino.
/Los datos de eficacia de la vacuna tetravalente en varones han permitido ampliar las indicaciones de esta vacuna para la prevención de verrugas genitales en hombres de 9 a 26 años y en la prevención de lesiones anales precancerosas y a cánceres anales causalmente relacionadas con los VPH oncogénicos incluidos en la vacuna/. La eficacia de esta vacuna en la prevención de verrugas genitales es superior al 98 por ciento en mujeres y al 90 por ciento en varones. Todo ello hace que la vacunación frente al papilomavirus deje de ser exclusivamente un “territorio femenino”/.
Sí que es relevante dejar patente que las vacunas son meramente profilácticas y que por tanto pueden prevenir la infección inicial por VPH frente a los genotipos que están incluidos en ellas. Pero es fundamental tener en cuenta que no producen ningún efecto terapéutico sobre infecciones que ya estén establecidas.
/Las vacunas existentes presentan un adecuado perfil de seguridad/. Su seguridad, eficacia y efectividad para evitar la infección persistente y las lesiones preneoplásicas asociadas a los VPH de alto riesgo más prevalentes (VPH 16 y VPH 18) están demostradas en ensayos clínicos y estudios postcomercialización/.
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